Corrí con todas mis fuerzas ¿Huyendo de quién? De la ley me dije; ella ya hizo uso de ti, contestó una bandada de gallinazos y corrí más y mientras corría recordé que ya no me alegraba recoger cerezas, ni había vuelto a escuchar los pájaros del mundo cantando en la aurora de los wayuu, y con un dolor oprimiéndome el pecho tuve la certeza de haber muerto la noche en que un hombre de medio siglo se posó sobre mí.
Vicenta María Siosi Pino, primera mujer indígena a la que se le publica su obra literaria en su país (Colombia), nos acerca a través de sus relatos a la cultura wayuu (1) y a su tradición por mantener determinadas prácticas que condenan a una vida de violencia e infelicidad a las niñas y mujeres que habitan en esta punta del territorio colombiano. Con sus relatos quiere dar a conocer cómo algunas tradiciones exponen a las niñas y mujeres wayuu a la violencia de género.
En la narración “No he vuelto a escuchar los pájaros”, detalla los pensamientos y sentimiento de una adolescente que es entregada por su familia a un hombre mayor, revelando una realidad que sigue existiendo a día de hoy. Nos muestra como siguen existiendo leyes nupciales que entregan a las niñas y mujeres a la oferta más ventajosa, donde se evalúa la dote y la posición del hombre dentro de su comunidad.
El día que lo conocí, allá adentro todo se volvió hielo. Me fui con él a una ranchería nueva y esa noche un hombre de medio siglo se posó sobre mis catorce lluvias. El hombre resopló, resopló, resopló y allá adentro sentí caer un abismo sin fin.
El matrimonio forzado es una violencia de género que se replica en muchas comunidades, pasando de generación en generación, perjudicando especialmente a las mujeres. Lamentablemente, esta violencia se entrelaza con otro tipo de violencias y vulneraciones como la violencia física, emocional, psicológica, económica, el hambre, los embarazos no deseados, la discriminación… En sus relatos, Vicenta, también ha querido recoger esta realidad.
En un invierno tuve un bebé y no me dio alegría, sino tristeza y no pude ir al mercado y el hambre volvió a apretarme el estómago (…) Cuando nació el tercer bebé perdí el segundo diente y la arijuna [persona no wayuu] dijo: Tienes mucho dinero que pares tanto, y no dije nada porque si tuviera dinero hubiera comprado una gaseosa roja para saber a qué sabía o probaría una bola de chocolate.”
Pero entre todas sus historias, también se encuentran los relatos de mujeres y adolescentes que han logrado huir de esos destinos sombríos, ya sea por sus medios o con ayuda externa, o incluso llegándose a “revelar” en contra de sus familias y su comunidad. Visibilizar esta forma de violencia en la literatura forma parte de la lucha contra esta realidad.
Alejandra Brand Delgado // Experta en violencia de género